"El
gremio aceitero no adhiere a la medida, incluso ayer se
manifestaron en contra de la medida", remarcó Rodríguez,
quien señaló que la protesta está motorizada por
"personas que realizan trabajos eventuales en las
empresas. Son tercerizados".
La
lucha de los “aceiteros no reconocidos” (tercerizados)
de Santa Fe es el segundo grito de un clamor que, al
parecer, no va a quedar encerrado en el ferrocarril. Se
trata de uno de los problemas que el gobierno K no resuelve
y que, hasta la explosión de la lucha ferroviaria con el
asesinato de Mariano, había conseguido ocultar detrás del
aumento en los índices de empleo. Se trata de la
precarización, que es el carácter de la gran mayoría de
los nuevos empleos K, con la consecuencia de salarios ridículamente
bajos, condiciones pésimas de trabajo, inestabilidad,
accidentes y enfermedades laborales. Y la tercerización es
una forma especialmente pérfida de precarización, porque,
encima, la patronal y el gobierno pueden mostrarlos como
“empleo en blanco”.
Pero
parece que llegamos a una etapa en que la gente ya no
compara su situación solamente con el pasado de los ‘90.
El “por lo menos tengo trabajo” va dejando de funcionar.
Los trabajadores tercerizados comparan su salario con el del
efectivo, y no sólo el salario sino la seguridad y el
reconocimiento, el derecho a reclamo, etc.
Es
notorio que en el caso del ferrocarril, los trabajadores no
se conformen con la equiparación salarial: quieren ser
ferroviarios, “me quiero jubilar acá”, dicen.
Y
si estas luchas continúan, va a ser muy difícil para el
gobierno justificar la existencia de trabajadores de
primera, de segunda y de tercera, como sucede hoy. Más
cuando los “de primera” son la minoría. En el
ferrocarril no lo pudieron sostener. A pesar de los
problemas de división, de que a los dirigentes les costó
pelear de frente contra la burocracia, la confianza de los
compañeros en el gobierno y todos los etcéteras, el gobierno sólo pudo frenar la vuelta a la lucha de los trabajadores
concediendo el pase a planta.
Todavía
está por verse cómo se consolida esta nueva situación.
Pero la principal conclusión que hay que sacar es que al
gobierno no le cabe, no digamos un quilombo: ni medio
quilombo. Quieren paz social por lo menos hasta las
elecciones. Y la lucha de trabajadores en situación de
precariedad laboral lastima mucho más al gobierno, porque
toca directamente su careta democrática. Si los compañeros
de las demás líneas deciden aprovechar las lecciones de la
pelea del Roca y comienzan ya su propio plan de lucha,
seguramente lograran pasar a planta y terminar con un
triunfo definitivo la historia de los tercerizados del
ferrocarril.