La
llamada revolución del 25 de enero ha triunfado. Egipto
hierve, Mubarak ya no está en el poder. Una verdadera marea
humana, creciendo día a día, hora a hora, minuto a minuto,
lo terminó echando. Millones en las calles le dieron a la
rebelión un alcance nacional.
El Egipto obrero, campesino, estudiantil y popular
festeja: se sacó de encima un dictador corrupto que los
hambreó, reprimió y asesinó a lo largo de 30 largos años,
llevando de paso las llamas de la rebelión a todo el mundo
árabe.
Se
ha cerrado una etapa pero se abre otra. El proceso
revolucionario no ha terminado: por el contrario, recién se
inicia.
Tiene
el desafío de transformarse en revolución social lisa y
llana llevando
el cuestionamiento hasta los cimientos mismos del régimen
social capitalista egipcio y de la región como un todo.
En
lo inmediato, el poder ha quedado en manos del Consejo
Supremo de las Fuerzas Armadas.
Éste
ha disuelto el Congreso, anunciado reformas
constitucionales, un plebiscito en dos meses y elecciones
generales en seis.
Pero
está exigiendo –so pena de represión– la suspensión
“inmediata” de las huelgas obreras que escalaron aún más
con la caída del dictador.
En
este contexto, la primera tarea hoy es llamar a no tener
ninguna confianza en el régimen militar, ni en sus
“cantos de sirena” democráticos, imponerle la derogación
del estado de emergencia vigente desde 1981 y salir a apoyar
incondicionalmente las luchas obreras en curso.
El
grito de Mohamed Bouazizi
Cuando
el joven tunecino de 27 años, Mohamed Bouazizi, se suicidó
a lo bonzo el 17 de diciembre pasado, su impacto en el
mundo árabe fue como relámpago en cielo estrellado.
Mohamed
expresó una contradicción que recorre a muchas de las
sociedades del Oriente Medio. En las últimas décadas se
han modernizado, se han vuelto más urbanas, aumentó su
composición obrera y emergió una nueva clase media. Sin
embargo, las lacras del capitalismo neoliberal marcan dramáticamente
a sus clases sociales, estamentos y
regiones. Mohamed Bouazizi poseía un titulo universitario: una promesa
de ascenso social. Pero esta promesa no se cumplió: estaba
desempleado, vivía de vender frutas y verduras con un
destartalado carro de madera. Tuvo la desgracia que su carro
fuera confiscado por las autoridades al no estar
“habilitado”. Lo que siguió fue un desesperado grito de
rebeldía: un suicidio “político”.
Su
suicidio es el que encendió la mecha de la rebelión en
todo el mundo árabe con sus 350 millones de almas.
Las
causas de su desesperada acción concentran todos los
elementos de la rebelión. Primero, la penuria económica.
Ésta impacta de lleno en las capas más jóvenes de la
población. En Egipto, el 50% de sus habitantes tiene menos
de 20 años. La mayoría vive en condiciones de precariedad
extrema con menos de dos dólares por día: un pasaporte al
trabajo eventual, el desempleo en masa y los salarios
miserables; la economía informal atañe al 60% de la fuerza
laboral. A esto hay que agregarle la carestía de la vida.
La crisis económica mundial llevó el precio de los
productos básicos a las nubes.
Pero
las causas de la rebelión no se han circunscrito a las
demandas económico-sociales. De manera inextricable con
ellas ha estado el rechazo a la arbitrariedad y el carácter
escandalosamente represivo
de los regímenes políticos regionales, verdaderas dictaduras militares.
A
Mohamed no solamente le confiscaron su medio de vida: ante
su previsible protesta, una funcionaria a cargo le dio una
sonora bofetada, señal de humillación, manoseo y
arbitrariedad del poder en Medio Oriente.
De
Túnez a Egipto, en este último país, uno de los símbolos
de la revuelta fue el joven “bloguero” de la ciudad de
Alejandría, Khalid Saeed, que a mitad del 2010 fue sacado
del cyber en el que trabajaba y literalmente linchado a la
vista de todos los transeúntes: “no hay dudas de que el
levantamiento tunecino sirvió como catalizador que
inspiró a los egipcios a tomar las calles. El gobierno
tunecino, como todo el mundo sabe en el mundo árabe, era más
represivo que el de Egipto: si los tunecinos pudieron
derribar su dictadura brutal, ¿por qué no podrían hacerlo
los egipcios? Sin embargo, incluso si Túnez encendió la
mecha, hay un número de transformaciones críticas en el
terreno social y político de Egipto que dieron base a este
masivo levantamiento que impactó en el corazón del Medio
Oriente. En los años recientes, los egipcios han
apelado de manera creciente al recurso de las demostraciones
y la ‘política de la calle’ para hacer visibles
sus demandas e
impactar en el cultivado sopor de sus dominadores.
Desde
2004, Egipto ha sido testigo de un creciente número de
huelgas y sentadas (ver en esta misma edición Huelgas,
ocupaciones y marchas en la rebelión egipcia). ¿Sus
demandas? Mejores salarios y condiciones de trabajo sobre el
trasfondo de una pobreza vergonzosa mientras los ricos se
hacían más ricos”. [1]
La
juventud 2.0 y la clase obrera
“La
revolución juvenil del Facebook 2.0 debe estar
terminando ahora.
Pero para muchos egipcios, la segunda fase de su revolución
está recién comenzando”[2]
Todas
las clases sociales participaron del levantamiento. La Plaza
Tahir encontró hijos e hijas de la élite egipcia, junto
con trabajadores, ciudadanos de las clases medias, y pobres
urbanos.
Estuvieron
presentes todas las generaciones más allá que su
vanguardia halya estado en manos de la juventud. Mubarak
se las arregló para colocar en la oposición incluso a
sectores de la burguesía.
Los
antecedentes de la rebelión han sido las luchas económicas
crecientes que se venían acumulando en el seno de la clase
obrera y la radicalización política de la población
joven. Muchos analistas señalan que un rasgo realmente
característico de la rebelión egipcia ha sido el “entrelazamiento”
entre la rebelión popular y las luchas del movimiento
obrero.
Más
específicamente: entre la movilización de la juventud y
la de los trabajadores.
Al
respecto, es destacable que uno de los movimientos juveniles
con más presencia en la Plaza Tahir, el Movimiento 6 de
abril, que agrupa a decenas de miles de jóvenes, haya sido
fundado en 2008, precisamente luego de la huelga general
convocada desde Mahalla, epicentro de las luchas obreras de
la última década, y sede de la fábrica más importante de
todo Medio Oriente: la Mahalla Textil Company que tiene bajo
un mismo techo a 24.000 obreros.
No
todos los días se escucha acerca de la fundación de un
movimiento juvenil con peso masivo por directa inspiración
de una lucha del movimiento obrero.
Entre
la juventud, hay otros movimientos independientes de peso.
Anteriormente
al 6 de abril, se había conformado el movimiento Kifaya!
(suficiente), el que emergió en 2004 en apoyo a la lucha
palestina llegando a realizar grandes movilizaciones. Sin
embargo, fue muy reprimido por Mubarak, que encarceló a sus
principales líderes llevándolo al borde de la
desarticulación.
Entre
los estratos más de clase media, entre los que se pregona
la idea de que la caída de Mubarak se debió al “poder
del mundo ciber” y no a la movilización de masas, la
rebelión juvenil tuvo uno de sus “referentes” en Wael
Ghonin, jefe de marketing de Google en la región,
encarcelado por el régimen durante 10 días, y que cuando
fue liberado habló –con un discurso muy despolitizado–
desde la Plaza Tahir en directo para la TV causando gran
impacto popular. Al parecer, el “momento Ghonin” no dejó
de ser, sin embargo, uno de los puntos de quiebre del
proceso de la rebelión.
Sin
embargo, el hecho es que a partir de ahora se irá
produciendo, necesariamente, una delimitación social.
Al parecer, los activistas de las clases medias han venido
urgiendo a los egipcios a “suspender” las protestas y
“volver al trabajo” en nombre del “patriotismo”,
afirmando cosas como “vamos a construir un nuevo Egipto”
o “trabajemos más duro que nunca antes”. Esto coincidió
con las exigencias del régimen militar de que “cesen”
todas las huelgas de manera inmediata.
Por
el contrario, los movimientos de lucha juveniles más
combativos deberán estrechar sus fuerzas aún más
concientemente con las emergentes de la clase obrera.
Esto
nos lleva a un rasgo específico de la rebelión egipcia: muchos
analistas coinciden que fue el ingreso directo a la rebelión
de las luchas obreras lo que terminó inclinando la balanza
para la caída de Mubarak.
Otro
de los rasgos característicos de la rebelión egipcia –el
más estratégico– es el hecho que un importante ascenso
en las luchas obreras viene desarrollándose en el país
desde hace varios años. [3] Este ascenso en las luchas ha
sido caracterizado por analistas conocedores de Egipto como
Joel Beinin, profesor de la Stanford University, como
“histórico”: el mayor ascenso de las luchas sociales
desde 1946 (cuando ocurrieron unas jornadas de huelgas
obreras importantísimas contra el colonialismo inglés).
Incluso
si esta definición tiene algún elemento de “exageración”,
en todo caso no deja de ser significativo del impacto que
las luchas obreras están produciendo en los observadores de
la realidad egipcia.
Este
proceso de las luchas obreras ha tenido varias características:
desde el desafío al enchalecamiento del oficialismo burocrático
agrupado en la mubarakista EFTU (lo que ha dado lugar a la
incipiente formación de sindicatos independientes), hasta
el hecho que sus luchas han revestido, muchas veces, las
característica de luchas económico-políticas al colocar
entre sus reivindicaciones principales las banderas de la
lucha contra la dictadura.
Por
lo demás, no deja de ser muy significativo en la conciencia
de la clase obrera, el debilitamiento estratégico de los
rasgos “nacionalistas” que provenían del impacto del
“Estado benefactor” nasserista hoy inexistente.
El
número de las luchas durante las jornadas de la rebelión
no deja de ser impactante. Costó arrancar, porque durante
los primeros días de la crisis, la generalidad de los
trabajadores fue “licenciado” hasta nuevo aviso. Pero
con el intento del régimen de mostrar “normalizada” la
situación, fueron nuevamente convocados a trabajar a partir
del 6 de febrero: ahí comenzó una escalada de luchas,
paros, cortes de ruta e incluso de ocupaciones de fábrica
de carácter nacional que sigue al momento del cierre de
esta edición.
Es
imposible hacer una reseña exhaustiva: textiles de la
empresa Abu el-Subaa, de la farmacéutica Sigma, de limpieza
y embellecimiento del espacio público en El Cairo, de la
textil Suez Trust, de la fábrica de cemento Lafarge, técnicos
del ferrocarril en la localidad de Bani Suweif, obreros de
las fábricas militares en Welwyn, petroleros, siderúrgicos
de Suez, fertilizantes de la misma ciudad, la fábrica de
ropa Mansoura-España en la región del Delta del Nilo, del
transporte, y hasta del sindicato de actores! Su
epicentro fue la ciudad de Suez, la más industrial del país,
y aparentemente, la segunda en cantidad de muertos en la
pelea antidictatorial.
El
hecho es que varios informes indican que lo que terminó
decidiendo al ejército a exigirle la renuncia a Mubarak,
fue la paralización por parte de los trabajadores del
estratégico Canal de Suez: 6.000 trabajadores se
cruzaron de brazos el día 8 de febrero por mejores salarios
y la caída del régimen dictatorial, el que duró solo tres
días más.
En
todo caso, la participación proporcionalmente mayor –en cantidad
y calidad– de la clase obrera en la rebelión popular
y el entrelazamiento en sus luchas con las de la juventud, no
deja de ser un dato estratégico de enorme importancia para
la segunda etapa que se abre, donde lo que está planteado
es encaminar el proceso al cuestionamiento al régimen
social.
Notas:
1
Saba Mahmood,
Los arquitectos del levantamiento egipcio y los desafíos
por delante. En www.jadaliyya.com, 14 de febrero de 2011.
2 Frederick Bowie, ídem.
3
Éste es un factor distintivo de la rebelión egipcia como
lo fue también en Túnez donde existe una federación
sindical semi-independiente llamada UGTT (Unión General de
Trabajadores de Túnez) y donde tres años atrás se
desarrolló una experiencia con rasgos de Comuna en la
cuenca minera Redeyef, Gafsa.