Socialismo o Barbarie, periódico Nº 195, 18/02/11
 

 

 

 

 

 

Egipto después de la caída de Mubarak

“Bienvenidos a la revolución egipcia”

Por José Luis Rojo

La llamada revolución del 25 de enero ha triunfado. Egipto hierve, Mubarak ya no está en el poder. Una verdadera marea humana, creciendo día a día, hora a hora, minuto a minuto, lo terminó echando. Millones en las calles le dieron a la rebelión un alcance nacional.  El Egipto obrero, campesino, estudiantil y popular festeja: se sacó de encima un dictador corrupto que los hambreó, reprimió y asesinó a lo largo de 30 largos años, llevando de paso las llamas de la rebelión a todo el mundo árabe.

Se ha cerrado una etapa pero se abre otra. El proceso revolucionario no ha terminado: por el contrario, recién se inicia.

Tiene el desafío de transformarse en revolución social lisa y llana llevando el cuestionamiento hasta los cimientos mismos del régimen social capitalista egipcio y de la región como un todo.

En lo inmediato, el poder ha quedado en manos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.

Éste ha disuelto el Congreso, anunciado reformas constitucionales, un plebiscito en dos meses y elecciones generales en seis.

Pero está exigiendo –so pena de represión– la suspensión “inmediata” de las huelgas obreras que escalaron aún más con la caída del dictador.

En este contexto, la primera tarea hoy es llamar a no tener ninguna confianza en el régimen militar, ni en sus “cantos de sirena” democráticos, imponerle la derogación del estado de emergencia vigente desde 1981 y salir a apoyar incondicionalmente las luchas obreras en curso.

El grito de Mohamed Bouazizi

Cuando el joven tunecino de 27 años, Mohamed Bouazizi, se suicidó a lo bonzo el 17 de diciembre pasado, su impacto en el mundo árabe fue como relámpago en cielo estrellado.

Mohamed expresó una contradicción que recorre a muchas de las sociedades del Oriente Medio. En las últimas décadas se han modernizado, se han vuelto más urbanas, aumentó su composición obrera y emergió una nueva clase media. Sin embargo, las lacras del capitalismo neoliberal marcan dramáticamente a sus clases sociales, estamentos y regiones. Mohamed Bouazizi poseía un titulo universitario: una promesa de ascenso social. Pero esta promesa no se cumplió: estaba desempleado, vivía de vender frutas y verduras con un destartalado carro de madera. Tuvo la desgracia que su carro fuera confiscado por las autoridades al no estar “habilitado”. Lo que siguió fue un desesperado grito de rebeldía: un suicidio “político”.

Su suicidio es el que encendió la mecha de la rebelión en todo el mundo árabe con sus 350 millones de almas.

Las causas de su desesperada acción concentran todos los elementos de la rebelión. Primero, la penuria económica. Ésta impacta de lleno en las capas más jóvenes de la población. En Egipto, el 50% de sus habitantes tiene menos de 20 años. La mayoría vive en condiciones de precariedad extrema con menos de dos dólares por día: un pasaporte al trabajo eventual, el desempleo en masa y los salarios miserables; la economía informal atañe al 60% de la fuerza laboral. A esto hay que agregarle la carestía de la vida. La crisis económica mundial llevó el precio de los productos básicos a las nubes.

Pero las causas de la rebelión no se han circunscrito a las demandas económico-sociales. De manera inextricable con ellas ha estado el rechazo a la arbitrariedad y el carácter escandalosamente represivo de los regímenes políticos regionales, verdaderas dictaduras militares.

A Mohamed no solamente le confiscaron su medio de vida: ante su previsible protesta, una funcionaria a cargo le dio una sonora bofetada, señal de humillación, manoseo y arbitrariedad del poder en Medio Oriente.

De Túnez a Egipto, en este último país, uno de los símbolos de la revuelta fue el joven “bloguero” de la ciudad de Alejandría, Khalid Saeed, que a mitad del 2010 fue sacado del cyber en el que trabajaba y literalmente linchado a la vista de todos los transeúntes: “no hay dudas de que el levantamiento tunecino sirvió como catalizador que inspiró a los egipcios a tomar las calles. El gobierno tunecino, como todo el mundo sabe en el mundo árabe, era más represivo que el de Egipto: si los tunecinos pudieron derribar su dictadura brutal, ¿por qué no podrían hacerlo los egipcios? Sin embargo, incluso si Túnez encendió la mecha, hay un número de transformaciones críticas en el terreno social y político de Egipto que dieron base a este masivo levantamiento que impactó en el corazón del Medio Oriente. En los años recientes, los egipcios han apelado de manera creciente al recurso de las demostraciones y la ‘política de la calle’ para hacer visibles sus demandas e impactar en el cultivado sopor de sus dominadores.

Desde 2004, Egipto ha sido testigo de un creciente número de huelgas y sentadas (ver en esta misma edición Huelgas, ocupaciones y marchas en la rebelión egipcia). ¿Sus demandas? Mejores salarios y condiciones de trabajo sobre el trasfondo de una pobreza vergonzosa mientras los ricos se hacían más ricos”. [1]

La juventud 2.0 y la clase obrera

“La revolución juvenil del Facebook 2.0 debe estar terminando ahora. Pero para muchos egipcios, la segunda fase de su revolución está recién comenzando”[2]

Todas las clases sociales participaron del levantamiento. La Plaza Tahir encontró hijos e hijas de la élite egipcia, junto con trabajadores, ciudadanos de las clases medias, y pobres urbanos.

Estuvieron presentes todas las generaciones más allá que su vanguardia halya estado en manos de la juventud. Mubarak se las arregló para colocar en la oposición incluso a sectores de la burguesía.

Los antecedentes de la rebelión han sido las luchas económicas crecientes que se venían acumulando en el seno de la clase obrera y la radicalización política de la población joven. Muchos analistas señalan que un rasgo realmente característico de la rebelión egipcia ha sido el “entrelazamiento” entre la rebelión popular y las luchas del movimiento obrero.

Más específicamente: entre la movilización de la juventud y la de los trabajadores.

Al respecto, es destacable que uno de los movimientos juveniles con más presencia en la Plaza Tahir, el Movimiento 6 de abril, que agrupa a decenas de miles de jóvenes, haya sido fundado en 2008, precisamente luego de la huelga general convocada desde Mahalla, epicentro de las luchas obreras de la última década, y sede de la fábrica más importante de todo Medio Oriente: la Mahalla Textil Company que tiene bajo un mismo techo a 24.000 obreros.

No todos los días se escucha acerca de la fundación de un movimiento juvenil con peso masivo por directa inspiración de una lucha del movimiento obrero.

Entre la juventud, hay otros movimientos independientes de peso.

Anteriormente al 6 de abril, se había conformado el movimiento Kifaya! (suficiente), el que emergió en 2004 en apoyo a la lucha palestina llegando a realizar grandes movilizaciones. Sin embargo, fue muy reprimido por Mubarak, que encarceló a sus principales líderes llevándolo al borde de la desarticulación.

Entre los estratos más de clase media, entre los que se pregona la idea de que la caída de Mubarak se debió al “poder del mundo ciber” y no a la movilización de masas, la rebelión juvenil tuvo uno de sus “referentes” en Wael Ghonin, jefe de marketing de Google en la región, encarcelado por el régimen durante 10 días, y que cuando fue liberado habló –con un discurso muy despolitizado– desde la Plaza Tahir en directo para la TV causando gran impacto popular. Al parecer, el “momento Ghonin” no dejó de ser, sin embargo, uno de los puntos de quiebre del proceso de la rebelión.

Sin embargo, el hecho es que a partir de ahora se irá produciendo, necesariamente, una delimitación social. Al parecer, los activistas de las clases medias han venido urgiendo a los egipcios a “suspender” las protestas y “volver al trabajo” en nombre del “patriotismo”, afirmando cosas como “vamos a construir un nuevo Egipto” o “trabajemos más duro que nunca antes”. Esto coincidió con las exigencias del régimen militar de que “cesen” todas las huelgas de manera inmediata.

Por el contrario, los movimientos de lucha juveniles más combativos deberán estrechar sus fuerzas aún más concientemente con las emergentes de la clase obrera.

Esto nos lleva a un rasgo específico de la rebelión egipcia: muchos analistas coinciden que fue el ingreso directo a la rebelión de las luchas obreras lo que terminó inclinando la balanza para la caída de Mubarak.

Otro de los rasgos característicos de la rebelión egipcia –el más estratégico– es el hecho que un importante ascenso en las luchas obreras viene desarrollándose en el país desde hace varios años. [3] Este ascenso en las luchas ha sido caracterizado por analistas conocedores de Egipto como Joel Beinin, profesor de la Stanford University, como “histórico”: el mayor ascenso de las luchas sociales desde 1946 (cuando ocurrieron unas jornadas de huelgas obreras importantísimas contra el colonialismo inglés).

Incluso si esta definición tiene algún elemento de “exageración”, en todo caso no deja de ser significativo del impacto que las luchas obreras están produciendo en los observadores de la realidad egipcia.

Este proceso de las luchas obreras ha tenido varias características: desde el desafío al enchalecamiento del oficialismo burocrático agrupado en la mubarakista EFTU (lo que ha dado lugar a la incipiente formación de sindicatos independientes), hasta el hecho que sus luchas han revestido, muchas veces, las característica de luchas económico-políticas al colocar entre sus reivindicaciones principales las banderas de la lucha contra la dictadura.

Por lo demás, no deja de ser muy significativo en la conciencia de la clase obrera, el debilitamiento estratégico de los rasgos “nacionalistas” que provenían del impacto del “Estado benefactor” nasserista hoy inexistente.

El número de las luchas durante las jornadas de la rebelión no deja de ser impactante. Costó arrancar, porque durante los primeros días de la crisis, la generalidad de los trabajadores fue “licenciado” hasta nuevo aviso. Pero con el intento del régimen de mostrar “normalizada” la situación, fueron nuevamente convocados a trabajar a partir del 6 de febrero: ahí comenzó una escalada de luchas, paros, cortes de ruta e incluso de ocupaciones de fábrica de carácter nacional que sigue al momento del cierre de esta edición.

Es imposible hacer una reseña exhaustiva: textiles de la empresa Abu el-Subaa, de la farmacéutica Sigma, de limpieza y embellecimiento del espacio público en El Cairo, de la textil Suez Trust, de la fábrica de cemento Lafarge, técnicos del ferrocarril en la localidad de Bani Suweif, obreros de las fábricas militares en Welwyn, petroleros, siderúrgicos de Suez, fertilizantes de la misma ciudad, la fábrica de ropa Mansoura-España en la región del Delta del Nilo, del transporte, y hasta del sindicato de actores! Su epicentro fue la ciudad de Suez, la más industrial del país, y aparentemente, la segunda en cantidad de muertos en la pelea antidictatorial.

El hecho es que varios informes indican que lo que terminó decidiendo al ejército a exigirle la renuncia a Mubarak, fue la paralización por parte de los trabajadores del estratégico Canal de Suez: 6.000 trabajadores se cruzaron de brazos el día 8 de febrero por mejores salarios y la caída del régimen dictatorial, el que duró solo tres días más.

En todo caso, la participación proporcionalmente mayor –en cantidad y calidad– de la clase obrera en la rebelión popular y el entrelazamiento en sus luchas con las de la juventud, no deja de ser un dato estratégico de enorme importancia para la segunda etapa que se abre, donde lo que está planteado es encaminar el proceso al cuestionamiento al régimen social.


Notas:

1 Saba Mahmood, Los arquitectos del levantamiento egipcio y los desafíos por delante. En www.jadaliyya.com, 14 de febrero de 2011.

2 Frederick Bowie, ídem.

3 Éste es un factor distintivo de la rebelión egipcia como lo fue también en Túnez donde existe una federación sindical semi-independiente llamada UGTT (Unión General de Trabajadores de Túnez) y donde tres años atrás se desarrolló una experiencia con rasgos de Comuna en la cuenca minera Redeyef, Gafsa.