Declaración
de la corriente internacional Socialismo o Barbarie
Solidaridad
con los trabajadores y el pueblo de Japón
¡No
sólo la naturaleza es la responsable!
¡El
capitalismo tiene toda la culpa del desastre nuclear!
Nuevamente el mundo se ve conmocionado por una tragedia de
alcances aún incalculables. El terremoto ocurrido en Japón
y el posterior tsunami que asoló la isla han producido una
verdadera catástrofe. El terremoto fue el peor de los últimos
140 años en Japón. Las primeras imágenes trasmitidas por
los medios televisivos mostraron cómo inmensas olas
arrasaban con todo lo que hallaban a su paso provocando una
pérdida de vidas humanas y materiales.
En esta situación, la corriente internacional Socialismo
o Barbarie expresa su solidaridad humana y socialista con
los trabajadores y el pueblo de Japón, primera víctima de
la catástrofe. ¡Los trabajadores de todo el mundo debemos
solidarizarnos con ellos!
Se ha hablado, sin confirmación, de decenas de miles de
desaparecidos... y todos sabemos que en esas circunstancias
la mayoría difícilmente reaparezca viva... Las
informaciones oficiales del gobierno japonés han sido
parciales, demoradas y contradictorias. Se han dado, por
ejemplo, cifras de desaparecidos que van desde los diez mil
a los cien mil. Desde el primer momento, la información
dada desde arriba –gobierno y medios de Japón– han ido
por detrás de lo estaba sucediendo.
A esto hay que agregar que este terremoto ocurre en una de
las mayores potencias económicas del capitalismo. El gran
contraste en ese sentido es la comparación con el sismo de
Haití (12 de enero 2010). Allí, el aterrador número de
muertos (oficialmente, 316.000) estuvo directamente
relacionado con la falta de construcciones antisísmicas
para la inmensa mayoría de la población, que vive en la
extrema pobreza. En contraste, Petionville, el suburbio rico
de Puerto Príncipe, no sufrió prácticamente víctimas ni
daños.
A diferencia de Haití. Japón, con la tercera economía
mundial después de EEUU y China (y con un PBI per cápita
muy superior a esta última), pudo desarrollar
construcciones antisísmicas, y sistemas de respuesta y
organización de la población que aparecían como los
mejores del mundo.
Este hecho mitigó buena parte de los efectos directos e
inmediatos del terremoto, como las muertes por derrumbe de
edificios, proporcionalmente muy inferiores a las de Haití.
Sin embargo, las consecuencias están siendo no menos
graves. Primero, el tsunami que arrasó principalmente la
costa norte de la isla de Honshu, la mayor de Japón y donde
se encuentra la capital, Tokio. Y, ahora, el resultado más
aterrador del sismo y el tsunami: los daños en algunas
plantas de energía atómica amenazan con una nueva y mayor
catástrofe, esta vez nuclear.
Algunas de esas plantas se vieron rápidamente envueltas
en llamas y con peligro de escapes de materiales
radiactivos. A pocas horas de ocurrido el sismo, el primer
ministro Naoto Kan declaró el estado de alerta nuclear ante
la posibilidad de explosiones en alguna de las centrales.
Japón posee más de 50 centrales nucleares. Diez fueron
afectadas por el sismo y tres de ellas sufrieron daños
graves. Especialmente crítica es la situación de la planta
nuclear de Fukushima.
En la central de Fukushima, a 280 kilómetros de Tokio
finalmente, se produjo la explosión de una torre. Se
interrumpió el normal enfriamiento de los reactores y se
perdió así el control del proceso de reacción nuclear.
Por este sobrecalentamiento, los reactores habrían iniciado
su “fusión” (meltdown), un proceso que si no se
controla a tiempo podría liberar materiales radioactivos
que contaminarían la tierra, al agua y la atmósfera.
Ahora, cuando estamos redactando esta declaración, se
informa de nuevas explosiones. La magnitud y las
consecuencias de este peligro son incalculables para Japón
y el mundo entero.
La información de los organismos del gobierno y las compañías
privadas que manejan las centrales, ha sido confusa y a
destiempo. Es evidente que tratan de minimizar el problema.
Pero lo cierto es que ya cientos de miles de personas –se
dan cifras de hasta 600.000– han debido ser evacuadas de
las proximidades de las centrales, en especial de la de
Fukushima. ¡Nadie sabe si podrán volver alguna vez a sus
hogares! También, en esta confusión de noticias, se admitió
que la radioactividad subió bruscamente 1.000 veces en
algunos lugares.
Las centrales nucleares japonesas tienen una cúpula de
protección que teóricamente limitaría la difusión de
partículas radioactivas en la atmósfera. Así,
supuestamente, se evitaría otro Chernobyl. Pero en verdad
nadie sabe si esto sería suficiente, de producirse un
colapso de los reactores.
Ninguna confianza en el gobierno del capitalismo japonés
Lo cierto es que, para hacer frente a esta crisis, ni los
trabajadores ni el pueblo de Japón ni del resto del mundo
pueden tener la menor confianza en el gobierno del
capitalismo japonés. Desde el principio, no ha hecho más
que adelgazar las dimensiones de la catástrofe. Esto es
especialmente evidente en lo que hoy es el punto central de
la catástrofe: el encubrimiento de la gravedad y
dimensiones de la crisis nuclear.
Por eso, en Japón se está extendiendo el descreimiento
de la población en las noticias e informes del gobierno, así
como de las medidas que se están tomando. Esta es una
condición imprescindible para que puede generarse un
movimiento de los trabajadores y la juventud que no deje
exclusivamente en manos del estado y las corporaciones la
acción ante las consecuencias del terremoto.
Las falsificaciones del gobierno y los medios se
centralizan en el tema nuclear. Y esto no es casual. ¡Aquí
es donde menos se puede echar la culpa a la “Madre
Naturaleza”!
La naturaleza, el hombre y el capitalismo
Este desastre aún está en curso y sus consecuencias
todavía no pueden estimarse. Pero ya son tan graves, que
debe ser mundialmente discutido y evaluado.
¡Los trabajadores y los pueblos de Japón y del mundo
entero no podemos dejar pasar esto como un hecho muy
lamentable, pero cuya responsabilidad exclusiva es de la
“Madre Naturaleza”! ¡No sólo la naturaleza es
responsable!
Por supuesto, aún la humanidad no ha podido prever,
controlar ni impedir terremotos. Pero el desarrollo de las
fuerzas productivas ha logrado la posibilidad de minimizar
en gran medida sus efectos.
Ninguna “ley natural” determinó que en Haití debiese
morir tal número de personas. ¡Fueron las condiciones
sociales, no las impuestas por la naturaleza, las que
asesinaron a la gran mayoría de las víctimas que no tenían
medios para construcciones antisísmicas.
Ahora en Japón, país del “Primer Mundo”, estamos
viendo, en un escenario muy distinto, cómo se desarrolla
esencialmente la misma tragedia. Ningún capricho de la
naturaleza instaló allí, en el país de los terremotos, más
de 50 centrales nucleares. ¡Fueron el capitalismo, sus
corporaciones y sus gobiernos los que decidieron hacer eso!
Así como el capitalismo condenó a Haití a la miseria y
al atraso, dispuso que Japón alimentase su formidable
desarrollo industrial y económico mediante la producción
de energía nuclear. ¡Esto se hizo, insistimos, en el país
y la región que tiene el record mundial de terremotos!
Era imposible encontrar en todo el globo una región donde
fuese más peligroso instalar una planta nuclear. Sin
embargo, la decisión irracional (y ahora de consecuencias
incalculables) fue la de hacer allí la concentración de
plantas nucleares más densa del mundo.
Esto nos obliga a los trabajadores y a los jóvenes de
todo el mundo a cuestionarnos qué porvenir tenemos y qué
sociedad estamos construyendo con el capitalismo. ¿A qué
nuevos desastres nos va a llevar un sistema cuya única
motivación es la máxima ganancia para un puñado de
corporaciones billonarias?
Energía nuclear y capitalismo
No somos enemigos del desarrollo y la utilización de la
energía nuclear. El problema es bajo qué sistema de
relaciones sociales la energía nuclear se produce y se
utiliza.
Más en general, no creemos que los graves y crecientes
problemas que se presentan en las relaciones del hombre con
la naturaleza –entre ellos, el cambio climático–,
puedan resolverse positivamente mediante el retroceso de las
fuerzas productivas ni con “romanticismos
anticapitalistas”, que implicarían el retroceso de la
humanidad a sistemas de producción más primitivos.
Asimismo, sostenemos que es un fraude político y económico
la alternativa de un capitalismo “verde”.
Tanto en relación a la energía nuclear como al resto de
la producción humana, lo decisivo es –como dijimos– en
qué sistema de relaciones sociales se encuadran.
Si es bajo el capitalismo, sepamos que lo primero y único
que le importa, son las ganancias. No le importan ni la
satisfacción de las necesidades humanas, ni los riesgos que
toda producción conlleva. ¡Las 54 centrales nucleares en
el centro mundial de los terremotos y tsunamis, era los más
rentable para el capitalismo japonés y mundial! ¡Eso
decidió su instalación!
En conclusión: lo que sucede en Japón, debe ser un
alerta para los trabajadores y los pueblos de todo el mundo.
Pero los desastres que perpetra el capitalismo en la
relaciones del hombre con la naturaleza para producir, no se
van a solucionar volviendo atrás en la historia. Tampoco,
esperando ilusoriamente que el capitalismo se controle y
reforme.
Sólo se solucionarán dando un salto revolucionario hacia
delante, hacia un verdadero socialismo, hacia un sociedad de
productores libres, democráticamente autodeterminada, que
organice racionalmente la producción para satisfacer las
necesidades humanas y no para llenar los bolsillos de los
vampiros capitalistas.
Por eso, lo que está ocurriendo en Japón nos plantea,
con más fuerza que nunca, el dilema de nuestra época: ¡Socialismo
o barbarie!
Corriente
internacional Socialismo o Barbarie
14 de marzo de 2011
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