Por un 1° de Mayo unitario, de pelea y clasista
Elecciones, luchas y
recomposición obrera
Las elecciones en Salta solamente ha venido a confirmar
lo que ya se sabe: que el gobierno de Cristina K viene
fortalecido de cara a las elecciones de octubre. Más allá
de que el gobernador Urtubey se haya querido despegar del
gobierno nacional diciendo que es peronista y no
kirchnerista y que el triunfo es “local”, evidentemente
hace parte de la seguidilla de las últimas elecciones
(Catamarca, Chubut y ahora Salta) donde el oficialismo se
impuso o hizo una importante elección. Esta realidad no ha
hecho más que acelerar la crisis en la oposición patronal:
hace no mucho sobraban las figuras con ganas de ponerse el
traje de presidenciables, y ahora se pelean para bajarse de
la nacional:, como Macri y Solanas. Mientras tanto, la CGT y
la CTA (en sus dos versiones) siguen trabajando para achatar
la coyuntura de las luchas y negociar paritarias a la baja.
Sin embargo, el desborde de los petroleros en Santa Cruz
–y ahora la lucha de los docentes patoteados por
militantes de la UOCRA K– podrían estar preanunciando que
esto no será tan sencillo.
La coyuntura es K, el mediano plazo... se verá
En lo inmediato los astros parecen haberse alineado a
favor de la reelección de Cristina. Las razones son varias
y ya las hemos destacado en estas páginas: desde una
coyuntura económica favorable, pasando por la falta de un
proyecto coherente de parte de la oposición, hasta el hecho
de que las relaciones de fuerzas entre las clases en el país
difícilmente soportarían un giro conservador y neoliberal
de conjunto.
Pero si en lo inmediato los K parecen tenerlas todas a
su favor, el mediano plazo es mucho más incierto.
Demos por descontado que Cristina se presentará a la
reelección. Si esto no fuera así, todo el escenario
cambiaría; habría que barajar y dar de nuevo. Sin embargo,
por ahora es la hipótesis más improbable.
Partiendo de que el gobierno va a la reelección,
detengámonos en las contradicciones que a mediano plazo
podrían dinamizar la situación política del país. Aquí
hay varios elementos de importancia. El primero es la economía.
Por ahora, sigue el llamado “viento de cola”: el altísimo
precio de las materias primas en el mercado mundial hace que
solamente por exportaciones agrarias la Argentina esté
embolsando este año 30.000 millones de dólares, de los
cuales 8.500 irán al Estado en concepto de retenciones.
Pero estos altísimos precios de las commodities (y el
ingreso de divisas al país asociado a ellos) engendran
crecientes contradicciones. Una es la inflación, que
ronda el 25-30% anual, la segunda detrás de Venezuela en
Latinoamérica y una de las más altas a nivel mundial. El
ajuste inflacionario significa que aunque se otorguen
aumentos en paritarias monopolizadas por la burocracia,
estos van por detrás del constante aumento de los precios.
Ni hablar respecto de los bienes de consumo básico, los que
más aumentaron en 2010, como la carne y los combustibles.
Al problema inflacionario se le agrega otro: el del ingreso
masivo de divisas, conla consiguiente revalorización
del peso frente al dólar. Si a esto se suma la remarcación
de los precios, la resultante es que la economía
argentina está perdiendo competitividad en el mercado
mundial. Por ahora, está el contrapeso de que el
principal socio comercial del país, Brasil, tiene su
moneda, el real, por las nubes, y esto permite que la
Argentina compense la apreciación de la suya. Pero este
fortalecimiento del peso es fuente de contradicciones, como
que el superávit comercial se sigue deteriorando, al
igual que el fiscal.
Contra los análisis catastrofistas de otras corrientes
de la izquierda acostumbradas a confundir sus deseos con la
realidad, en el corto plazo la situación económica está
bajo control. Pero es en el mediano plazo dónde los
elementos que estamos señalando seguramente se van a hacer
valer por intermedio de una escalada de crisis y ajustes.
Por ejemplo, las tarifas del transporte y los servicios
vienen muy atrasadas como tributo a la rebelión popular del
2001. No es nada descartable que luego de las elecciones el
gobierno festeje su triunfo “nacional y popular” mediante
un clásico ajuste económico en regla que desate las iras
populares.
La oposición en su laberinto
Hay un segundo elemento de inestabilidad a mediano
plazo: la crisis del intento bipartidista. Que la oposición
no logra hacer pie en materia electoral ya no es noticia.,
pero expresa un problema más de fondo. Parte estratégica
de la proscriptiva ley electoral K es un operativo para reestablecer
el bipartidismo en el país. Es decir, se busca que un
nuevo escenario de crisis como en 2001 no encuentre al
sistema de partidos tan desvencijado.
Pero aquí hay un problema estructural: no hay
operativo o ingeniería electoral que pueda circunscribir la
vida política del país a los dos partidos tradicionales:
el PJ y la UCR. Si la crisis del primero por ahora está
contenida por el proyecto K (aunque esto tuvo idas y venidas
en los últimos años) lo que salta nuevamente a la
palestra es la nunca saldada crisis de la UCR.
Esta crisis tiene problemas históricos más de fondo.
Es que la UCR nació como organización burguesa que
representaba a un amplio sector de las clases medias, de los
pequeños propietarios de la ciudad y el campo. Ese sector
social hace décadas que o ha desaparecido casi
completamente o se ha transformado cualitativamente (caso
los pequeños productores agrarios nucleados en la FAA, hoy
transformados en capitalistas). Además, como supuesto
representante de esas clases medias, el radicalismo nunca hizo realmente pie entre los trabajadores, y no
controla sindicatos de importancia. Este problema nunca pudo
ser resuelto (recordar la fracasada ley Mucci de Raúl
Alfonsín), y la UCR lo arrastra hasta hoy.
También hay problemas más “coyunturales”. En la
UCR conviven actualmente dos “proyectos” (el término es
excesivo). Por un lado, Ricardo Alfonsín ya está lanzado
sin interna alguna como candidato oficial del aparato
radical a la presidencia. Este sector defiende un proyecto
de perfil “progresista”, buscando acuerdos que van desde
el Partido Socialista de Binner hasta Solanas. Pero, por
otra parte, si bien Cobos se bajó de la compulsa
presidencial, Sanz, formalmente presidente del Comité
Nacional radical, plantea que irá a la interna de agosto y
sostiene un proyecto opuesto: una alianza de centroderecha
con Macri, Duhalde y Cía, única alternativa que
supuestamente podría ser “ganadora” frente a Cristina.
Así las cosas, lo que se pone sobre la mesa es la eventualidad
de una nueva división del radicalismo.
En todo caso, el laberinto en el que está sumida la
oposición se muestra en la crisis de sus principales
candidaturas al haber comprendido que Cristina se encaminaría
derechito a la reelección. Las candidaturas presidenciales
que antes se multiplicaban hoy sufren una acelerada
devaluación.
En este marco, con la nueva crisis en ciernes en la UCR
y el posible lanzamiento por aclamación de Cristina, no se
sabe qué destino tendrá una interna abierta donde no habría
realmente nada que decidir.
El panorama a este respecto continúa siendo de
incertidumbre total: con la ley electoral sin reglamentar,
nadie sabe a ciencia cierta cuáles serán las reglas de
juego para las elecciones, elemento antidemocrático que
suma a la deslegitimación de todo el mecanismo de las
internas, que la izquierda no se ha dedicado realmente a
combatir.
De los petroleros a los obreros del pescado
Volviendo a los elementos dinámicos de la realidad, la
inflación genera otra contradicción: como mecanismo de
“estabililización” económica, paga tributo a una
determinada relación de fuerzas. Con un menor desempleo
relativo y los trabajadores más fuertes para negociar, la
burguesía busca apropiarse del trabajo no pagado de los
trabajadores (plusvalía, en términos marxistas) de manera
inflacionaria: es decir, remarcando los precios todos los
días. En los años 90, de gran derrota de la clase
obrera, el ajuste era por el método opuesto: la deflación
y la paz de los cementerios del desempleo de masas.
Para contrapesar el dinamismo de reclamos constantes
está el rol de la burocracia sindical en las paritarias: la
acción de “mediador” de Moyano al frente de la CGT.
A muchos sectores patronales –y al mismo gobierno– les
desagrada muchas veces esa capacidad de arbitraje que tiene
Moyano respecto de los reclamos obreros. Pero la realidad es
que, en todo lo que es esencial, Moyano hace los deberes
como corresponde a un fiel servidor de los capitalistas.
Moyano puede impulsar antipáticas “guerras civiles de
bolsillo” contra uno u otro sector patronal, como en los
bloqueos al diario Clarín, pero esto solamente lo hace
para servir mejor a los capitalistas como clase de conjunto.
De allí que, como para mostrar su papel irremplazable
en materia de “estabilización” de las relaciones
obrero-patronales, se haya apresurado a firmar la paritaria
de Camioneros a la baja (ver nota aparte).
Pero aun con la burocracia sindical de por medio, el
aguijón de la remarcación de precios es permanente. El
mayor nivel de empleo y la inflación actúan como acicate
para que los trabajadores salgan con reclamos salariales. Y
esto es algo que Moyano y la burocracia pueden intentar
“administrar”, pero no impedir.
Ahora mismo está el caso de los petroleros de Santa
Cruz –a los que se han sumado los docentes patoteados de
esa provincia– en una huelga por tiempo indeterminado
desbordando a la burocracia cegetista de
Segovia. En Mar del Plata, en el gremio del pescado, hubo días
atrás un bloqueo fuertísimo del puerto por parte de 1.000
trabajadores por reclamos salariales.
Esto no es más que una nueva demostración de las
tendencias al desborde que anidan en la clase obrera
argentina, y que tienen dos fundamentos. Por un lado, la
situación objetiva mejorada de nuestra clase: una nueva
generación obrera ha entrado a trabajar, a lo que se suma
la constante presión inflacionaria. Y por el otro, el hecho
que el proceso de recomposición obrera que se está
viviendo en el país tenga rasgos que parecen haber llegado
para quedarse, y que de manera lenta pero sin pausa va
avanzando.
Las condiciones inflacionarias y la recomposición
material y subjetiva de la clase obrera en curso, en el
contexto del debilitamiento burocrático, es otro de los
factores dinámicos que se van a hacer presentes a lo largo
del año, y que a la vez constituye una de las tendencias de
fondo de la inestabilidad del país en el mediano plazo.
El 1° de mayo debe estar presidido por la
perspectiva de levantar alternativas clasistas en los
sindicatos y por la pelea contra la proscripción k
En estas condiciones, la izquierda independiente en
nuestro país tiene dos tareas por delante en la coyuntura.
Por un lado, poner en pie alternativas clasistas para
las diversas elecciones sindicales que se avecinan. Una
elección histórica al cuerpo de delegados del Roca podría
estar cerca, aunque seguramente los tiempos los va a manejar
el pedrazismo sin Pedraza, con la venia de Tomada y
Cristina. También para las elecciones de ATE (más
formales, ya que no hay gran proceso en el gremio a pesar de
la división de la CTA ) está planteado levantar una
alternativa más o menos clasista.
En cambio, de gran importancia serán las elecciones a
los cuerpos de delegados y al gremio nacional en el SUTNA.
Para esta tarea, desde el nuevo MAS trataremos de poner a
disposición la experiencia realizada el año pasado
mediante el Frente Clasista en la CTA , al tiempo que
apoyamos incondicionalmente cualquier lucha y desborde que
pueda haber a la burocracia como subproducto de las
paritarias.
En segundo lugar, está planteado redoblar la campaña
antiproscriptiva contra el gobierno K. El escenario político-electoral
todavía tiene muchas variables y falta ver cómo evolucionan. La pelea unificada contra la
proscripción de la izquierda y la exigencia al
recientemente constituido frente de abrirse al nuevo MAS
será otro de los andariveles de nuestra actividad en las próximas
semanas.
Esto dos esfuerzos señalados deberán confluir en un 1° de
Mayo unitario, de lucha y clasista que signifique un
contrapunto con el acto burocrático y pro oficialista que
convoca Moyano para el 29 de abril.
|