Socialismo o Barbarie, periódico Nº 200, 28/04/11

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Mar del Plata: Sindicato Obrero de la Industria del Pescado

Triunfo de los obreros del puerto,
traición de la burocracia

Por Fernando Dantés

Hace tan sólo días terminó la lucha más importante en años de los trabajadores del puerto de Mar del Plata. Desde el 2004 no había un ascenso de esta magnitud entre los trabajadores en blanco de la industria pesquera. El pasado 18 de abril, la cámara empresaria del pescado (CaIPA) y la burocracia del SOIP llegaron a un acuerdo salarial del 30% escalonado: 18% al momento de firmar retroactivo a marzo (un 12% remunerativo y otro 6% no remunerativo), 6% remunerativo en julio y otro 6% no remunerativo en… ¡noviembre!

El acuerdo alcanzado está lejos tanto de la suma inicial exigida por los trabajadores (35% remunerativo no escalonado, en un solo pago) como de lo que estaban dispuestos a dar los empresarios de la CaIPA (24% escalonado no remunerativo). Analizando solamente las sumas podría decirse que la lucha terminó en un empate muy digno. Pero este análisis sería equivocado: fue un enorme triunfo debido a que es la primera vez en mucho tiempo que se les tuerce el brazo a las grandes patronales pesqueras de Mar del Plata.

La lucha más importante en años

El conflicto comenzó los primeros días de abril con paros parciales y escalonados. Las medidas de fuerza fueron creciendo hasta alcanzar un nivel de contundencia muy grande, que puso contra la pared a los empresarios. Los paros parciales se convirtieron en un paro masivo por tiempo indeterminado y las movilizaciones en el centro del puerto y a la sede de la cámara empresaria terminaron siendo cortes en los accesos portuarios. Esta última fue la medida más fuerte de todo el conflicto, con la participación en los cortes de hasta 3 mil obreros que paralizaron toda la actividad del puerto pesquero más importante del país, haciendo perder millones a las empresas en época comercial importante como es Semana Santa.

Semejante fuerza puso muy nerviosos a los empresarios y al Gobierno. Todos sus intentos por terminar con el conflicto naufragaron, como las amenazas de represión (el 15 de abril Prefectura amenazó con desalojar los cortes) y la intervención del Ministerio de Trabajo, que dictó la conciliación obligatoria, desacatada masivamente.

Este escenario contrasta notoriamente con la situación del movimiento obrero del puerto en los últimos años. En primer lugar, a la vanguardia venían los obreros de cooperativas (la forma más extendida de precarización en la industria) y no los trabajadores en blanco (y menos los de las principales empresas). Casi todos los conflictos eran de pequeños grupos de compañeros despedidos de las pequeñas cooperativas que pedían ser reincorporados. Casi todas estas luchas estaban condenadas a una derrota anunciada por su propia inercia: las protagonizaban mayoritariamente compañeros de las generaciones más viejas y derrotadas y eran pequeñas empresas (cerradas por ser económicamente inviables debido a la crisis de la industria) las que estaban involucradas.

El activismo y la burocracia

El año pasado hubo una “renovación” en la dirección del SOIP. La vieja conducción de la Celeste (los hermanos Verón y Salas, que llegaron a la dirección en su momento de la mano del PO para convertirse luego en fervientes moyanistas), detestada masivamente en la base del gremio, fue derrotada por la Negra y Blanca, encabezada por Cristina Ledesma. La conducción Celeste fue responsable de incontables agachadas y traiciones, entre otras la entrega del viejo convenio del ‘75, al que se le anexaron los tramposos artículos “pyme”, legalizando la flexibilización de las condiciones de trabajo y salariales de los trabajadores de empresas más chicas, que muchas veces son tercerizadas que funcionan dentro de las grandes plantas como Giorno.

La existencia de una nueva conducción, que tiene mucha legitimidad en la base, sirvió como válvula de escape de una disposición de lucha contenida durante años. El SOIP tuvo la política de cooptar a un sector activista excluido por Verón-Salas, incluyendo como delegados a trabajadores de las “pymes” tercerizadas. Esto le permitió mantener un férreo control burocrático del conflicto. Cualquier solidaridad de la izquierda era inmediatamente reprimida y la conducción hacía y deshacía a voluntad sin jamás consultar a la base. El peso de la conducción de Ledesma está claramente sostenido con mentiras de “cambio”: la misma secretaria general viene del riñón de la burocracia Celeste y su firma es la que acompaña las de Verón y Salas en las actas de los acuerdos con la CaIPA desde el 2006 hasta el 2010. Así, con ese peso entre los trabajadores, fue que pudieron firmar un acuerdo por debajo de lo exigido por la base y traicionar las esperanzas de los obreros en negro y los de las pymes tercerizadas, que exigían la registración laboral y el aumento del salario mensual mínimo (no atado a lo trabajado y la cantidad de mercadería procesada), que es igual al salario mínimo nacional, unos 1800 pesos.

Las tareas

Es una tarea fundamental acompañar a los trabajadores en su experiencia con esta burocracia, al tiempo de no depositar ninguna confianza en la conducción de Ledesma. El “nuevo” SOIP mantiene la fragmentación heredada de los ‘90 y sostenida durante el kirchnerismo, sigue sin organizar a los trabajadores de las “cooperativas” que protagonizaron la lucha del 2007, cuando tomaron la sede del sindicato después de haber cortado los accesos del puerto. Ahora deja “pendiente” (según su retórica burocrática) la exigencia de aumento del salario mensualizado.

Siguiendo el ejemplo de los tercerizados ferroviarios de Buenos Aires, especialmente los del Roca, hay que organizar a los trabajadores de “cooperativas”, de las “pymes” y tercerizados por la registración laboral y el pase a planta permanente, unificando con los efectivos y en blanco para superar el chaleco de fuerza de la burocracia cegetista de Ledesma.