El 1º de abril los trabajadores
pertenecientes al Sindicato de Petroleros de Santa Cruz
iniciaron una nueva etapa en la pelea contra las patronales
y la burocracia. Ese día rechazaron el acta firmada por el
secretario general del sindicato, Héctor “Chaco”
Segovia con las empresas petroleras que operan en la
provincia, prácticamente el mismo que días antes había
firmado la Federación de petroleros comandada por Alberto
Roberti y que ya había sido rechazado por las asambleas de
base. El acuerdo era un 10% de aumento a los básicos y
cinco cuotas no remunerativas de 5000 pesos.
El mismo Segovia había convocado a
un paro ante la dura postura del sector empresarial. A dos días
de iniciado dicho paro, “Chaco” Segovia lo levantó y
acordó con las patronales petroleras. Cinco mil
trabajadores reunidos en asambleas resolvieron rechazar el
acuerdo y continuar el paro, exigiendo
además un nuevo convenio laboral y ser recibidos en Buenos
Aires.
La fuerza puesta en el reclamo por
los trabajadores de los pozos del norte de la provincia
provocó la crisis de la conducción del sindicato. Mientras
Segovia era repudiado por la inmensa mayoría de los
trabajadores, un sector encabezado por Rubén Retamoso,
secretario adjunto del sindicato, se ubicaba en la oposición
junto a 120 delegados de base de los 140 que representan a
los petroleros de Las Heras, Pico Truncado y Cañadón Seco.
De esta manera el conflicto petrolero
entraba en una nueva fase. El gobierno nacional de Cristina
Kirchner comenzó a ver con preocupación cómo la huelga se
fortalecía día a día. Luego de dos semanas de huelga, las
empresas amenazaron con despidos masivos. No obstante, el
paro siguió firme. El gobernador Daniel Peralta, que hasta
entonces tenía el apoyo de Segovia, comenzó a tomar
distancia del cuestionado dirigente sindical. El Ministerio
de Trabajo, finalmente, dictó la conciliación obligatoria.
La medida no achicó a los huelguistas, que resolvieron no
acatarla.
El conflicto, que afectó el 95% de
la producción de petróleo de la provincia, significaba
grandes pérdidas económicas para las empresas y la propia
provincia. Diariamente se perdían 2,8 millones de pesos y
se ponía en peligro el abastecimiento, sobrecargando la
extracción de otras zonas patagónicas como la provincia de
Chubut. Desde el punto de vista de la producción misma de
petróleo, YPF perdía 11 mil metros cúbicos; Occidental
Argentina 6000 metros cúbicos y Pan American Energy 1400
metros cúbicos diarios.
El 22 de abril la Justicia suspendió
a la dirigencia del gremio provincial a pedido del
gobernador de Santa Cruz, el kirchnerista Peralta, quien
adujo que la medida afectaba los intereses de la provincia.
Por su parte, el Ministro de Trabajo Carlos Tomada, en
acuerdo con la Federación Nacional de Trabajadores de Petróleo,
Gas y Combustibles, decidió intervenir al Sindicato
Petrolero, nombrando a Carlos Flaquier, burócrata de la
Federación, como delegado interventor. El presidente de la
federación, Alberto Roberti, se apresuró a aclarar que no
se trataba de una intervención sino de una “normalización”
del gremio.
Los argumentos de Tomada para dictar
tal medida fueron la situación “anárquica” al interior
del sindicato, el incumplimiento de la conciliación
obligatoria y los graves perjuicios económicos provocados a
la provincia.
Ante la medida impuesta por el
gobierno nacional, Héctor Segovia ocupó, junto con grupos
que lo siguen, las sedes del sindicato de Río Gallegos,
Caleta Olivia y Las Heras. Y declaró que el gobernador
Daniel Peralta lo había traicionado. Los trabajadores en
huelga siguieron el paro y algunos sectores se opusieron a
la intervención. Finalmente, tras veintiséis días de
huelga, el martes 26 de este mes, 120 delegados reunidos en
un club de la localidad de Pico Truncado resolvieron aceptar
la propuesta del interventor y levantar el paro al grito de
“un minuto de silencio para el Chaco que está muerto”.
“Entre sus puntos principales, el
acuerdo reconoce los aumentos que había acordado el
cuestionado secretario general del Sindicato de Petroleros
Privados de Santa Cruz, Héctor Segovia, la destitución del
mismo Segovia y de la comisión directiva que lo acompañaba,
un nuevo convenio para el sector que empezará a regir en 90
días y la celebración de elecciones, dentro de 90 días hábiles,
para designar a las nuevas las autoridades del gremio. Los
empresarios se comprometieron, además, a no descontar los días
de paro” (Clarín.com 27/4/2011).
Una nueva etapa en la lucha
Los petroleros de Santa Cruz una vez
más han dado muestras de su combatividad. En el 2006
salieron al conflicto enfrentando la represión de la
gendarmería y la policía que el presidente Néstor
Kirchner envió para acallar sus reclamos, dejando como una
de sus secuelas políticas la renuncia del entonces
gobernador Sergio Acevedo. Es decir que cuando han salido a
la lucha, han pegado fuerte. No obstante, el presente
conflicto, aunque logró un paso adelante, aún no está
cerrado. Con el acuerdo firmado con el gobierno y las
patronales petroleras se abre una nueva etapa en la que los
trabajadores no deben bajar la guardia. El aumento salarial,
la discusión de un nuevo convenio y el pago de los días caídos
son un logro que aún está en los papeles y que debe
cumplirse en forma efectiva. Tener esto en cuenta es
fundamental, sobre todo si los que deben cumplirlo son los
capitalistas del petróleo y este gobierno con careta de
“progre” y cuerpo de explotador.
La huelga y la movilización, a su
vez, obligaron al gobierno de Cristina K, los empresarios y
la burocracia de la federación a imponer una mediación en
la pelea de los trabajadores por una nueva dirección.
Segovia, un burócrata odiado que está en el sindicato hace
mas de 11 años, es el mismo que entregó a los petroleros
de Las Heras. El desplazamiento de Segovia y el compromiso
de ir a elecciones en 90 días hábiles son un claro paso
adelante, pero también busca descomprimir la movilización
antiburocrática y crear las condiciones para que la
dirigencia del sindicato que surja de esas elecciones pueda
ser controlada desde la superestructura burocrática. Y de
esta manera cerrarle el paso al desarrollo de una dirección
petrolera independiente.
El respiro que, comprensiblemente, se
toman los petroleros en su lucha, debe servir para balancear
lo hecho y pensar cómo responder a las nuevas trampas que
preparan el gobierno, la patronal y la burocracia sindical sin
confiar más que en sus propias fuerzas. Fuerza compañeros
en la difícil tarea de construir una nueva dirección
independiente.